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Spiced beauty.- Esto sucedió en Orgon en 2006

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Esto sucedió en Orgon en 2006, ella era bailarina exótica en un bar de tetas. Yo acababa de cobrar y tenía un puñado de dólares que quemaban mi bolsillo, sentía las llamas anaranjadas que salían de los billetes quemándome los huevos. Tenía la verga caliente también. Necesitaba un braguetazo, sacar el veneno; principalmente necesitaba un trago de whisky. Así empezó esta historia con una spiced beauty como protagonista, de nalguitas paraditas y tetas de hormona.

Llovía sin parar. Esperé a que el vigilante abriera la reja; el viento me lanzó un bofetón de agua heada, el aire olía a diesel mojado, la lluvia tenía un gusto salado y estaba helada. Me levanté las solapas de la gabardina que me habían regalado en un contenedor del Ejército de Salvación y crucé la calle. Las torres de la fábrica lanzaban nubes de vapor blanquísimo que se dispersaban en el viento como la espuma del mar al romper contra la playa. Hacía tanto frío que desee estar en cualquier playa, aunque estuviera tan pitera como Puerto Progreso.

     Caminé hacia mi coche. Un Ford Taurus plata que me había vendido un paisa que se regresó a Michoacán, todavía le debía más de la mitad de lo que pidió por el coche y ya tenía un olor a vómito que no se iba y los asientos tapizados por quemaduras de cigarro. Me tantee en el bolsillo de la gabardina hasta dar con la petaca, la agité, pero estaba vacía, ya me la había despachado en el trabajo, a escondidas. Busqué debajo del asiento y encontré una botella de whisky barato con unos cuatro dedos de reserva últil, brindé por mi Matamoros querido y trasegué los orines del diablo; sin querer di con el reflejo de mis ojos en el retrovisor, estaban achispados, desorbitados, en rendija, disfrutando el mame de ese líquido ardiente y perfumado. Me tiré un pedo para disimular la pestilencia a vómito que se había quedado en el asiento y tapete del copiloto. No lo conseguí, la peste había penetrado muy profundo.

El cielo se caía. Esperaba frente a la luz roja y usé mi truco de siempre cuando llovía, apagué los limpiadores y esperé un poco a que la cortina de lluvia me escondiera, destape la botella y volví a dar otro trago, y otro más. El disco cambió a verde, pude notar el borrón chisporroteante bajo la corriente de agua que resbalaba por el vidrio.
     Tantee en el dial del radio hasta dar con el 90.3, la legendaria KEXP-FM. No recuerdo que había en el radio, después de tanto alcohol y tantos años, pero digamos que era TOOL - The Pot.

Bajó un poco la lluvia. Crucé old Town Chinatown hasta dar con el Mary's Club, el más viejo bar de chichis de Portland:

http://www.marysclub.com/club_images/70soutside.jpg

Estacioné el coche y decidí gastarme un par de billetes con mis viejos amigos, hacerme un taco de ojo carísimo con una belleza a la que no puedes tocar, sentada en el taburete, tomando una conga sin alcohol que te iba a salir en 25 dólares y así. Esa era mi noche habitual.

Me paré en la puerta y Baldy, el cadenero, un ex-jugador de Rugby que era puro músculos y vientre flojo por crecimiento visceral por esteroides, me hizo una finta, marcó un gancho al hígado que yo mariconamente esquivé, lanzando un gritito. Me tomó por sorpresa. Siempre que me encontraba con Baldy se repetía el numerito del golpe de boxeo, nunca vi que lo hicera con ningún otro cliente, sólo conmigo, seguramente yo empecé con esa tontería, debí estar tan borracho que ni me acuerdo, ese maldito pelón me habría hecho trizas en un parpadeo.

- Hey, Joe! What's up, motherfucker! - Me gritaron desde la barra. Eran dos o tres empleados de la red de autobuses. Seguí de largo.
     - What are you drinking, Joe? - Me preguntó un negro muy gordo que trabajaba en construcción, creo que se llamaba Sandy.
     Seguí de largo. Delilah estaba en el escenario, me vio entrar y se agarró las tetas, aun con el top puesto. Le lancé un beso y seguí avanzando. Quería estar solo y clavé la mirada en un rincón oscuro, donde estaba la mesa habitual de los depresivos jueves. Ese era un depresivo jueves.

Me senté en el taburete, tantee mis bolsillos en busca de los Marlboros, y caí en la cuenta de que me había empapado en el transcurso del coche hacia el bar. Y también noté que había dejado mis pisadas impresas en agua y lodo y un viejo con el mop ya estaba borrando mi paso por este mundo. Encendí el marlboro y poco después de que el humo caliente ayudara a dar un poco de claridad a mis ideas, me asaltó la vieja paranoia, ¿dejé abierta la ventanilla del coche, igual que aquella otra vez? En fin.

- Qué quieres beber, Joe? - Me preguntó el mesero, obvio en inglés, pero para no parecer mamador, desde aquí va todo traducido, excepto el colorido lenguaje de mi buena amiga, inspiración de este recuerdo y relato que escribo.
     - Quiero un
     - Whisky doble y cerveza fría, un plato de pretzels - interrumpió el mesero.
     Iba a pedir sólo el whisky, pero me pareció buena la sugerencia.

Lo mejor del Mary's Club es la música, en ese tiempo había dos mujeres negras, una de NY y la otra de Haití, la de Haití tenía el mejor cuerpo que he visto en mi vida y fue la primera papaya negra que olí de cerca, sin tocarla porque en ese tiempo no podías meterle manos a las chicas, a menos que quisieras que Baldy te diera una paliza en el estacionamiento.
      Me fumé media cajetilla de Marlboro en lo que trasegaba dos whiskies dobles; Xanadú bailaba The Great Gig in the Sky de Pink Floyd. Había agua sobre la mesa, un charco que provenía del vaso helado de whisky, los ceniceros estaban sucios. La cerveza seguro estaba tibia porque no la había tocado. Noté una luz roja palpitar en el reflejo del charquito de agua: una vendedora de cigarros me hacía señales con una lamparita de mano, me dijé en ella, sonrió y apuntó hacia una mujer de piel blanquísima, blanquísima sin exagerar, tenía la piel ilustrada con marcas de tigre o algún otro diseño que no entendí bien en ese momento. Me fijé en ella. Espalda ligeramente ancha, manos grandes y una pequeña, pero notable manzana de adán en el pescuezo.
      Di otro buen trago al whisky. Ella sería la segunda tranny con la que me topé en ese bar. La primera era una brasileña delgada de muy rico trasero pero que no quería saber nada de mí, duró poco en el bar, a pesar de que Oregón era, en aquel tiempo, bastante amistoso con la gente en situación de transexualidad, las traviesas duraban poco en los bares. Nunca entendí por qué le caía tan mal a la brasileña, seguramente algo debí decirle estando completamente pedo.

Hice señas para que me enviaran a la güera a la mesa, pero me informaron que eso sería hasta que terminara su numerito en el escenario. Otro truco que te aplicaban ahí, en cuanto tenías interés particular por alguna, la mandaban al escenario, así chupabas otras bebidas extras y, con suerte, otro se interesaba en ella y así las ganancias se duplicaban.

Sienna, así se llamaba la güera, empezó a bailar en el escenario. Claramente dijo el DJ que era una spicey beauty, o sea que tenía su condimento, o chile, para que entiendan. Eso provocaba normalmente chiflidos, la mitad de burla y la otra mitad de rechazo, pero aquella noche el público era particularmente depresivo. Empezó a oscilar las caderas con If There is Something de Roxy music:

Sienna se paró en el escenario, el cubo de luz se derramó sobre su piel completamente pálida, pero dibujada con manchas de leoparda.

If there is something that I might find
Look around corners
Try to find peace of mind I say

Sus caderas se agitaban, haciendo círculos en el aire, giró hasta quedar de espaldas al público y noté sus hermosas nalgas, fuertes, magras, esculpidas por el ejercicio. Sus piernas eran fuertes y torneadas y terminaban en unos pies grandes pero estéticos, llevaba una cadena en el tobillo con cuentas como perlas blancas.

would do anything for you
I would climb mountains
     I would swim all the oceans blue
I would walk a thousand miles

Hizo un perfecto split sobre el escenario, tenía los abdominales marcados y su hermoso abdomen se distendía y contraía a ritmo de su respiración agitada. El cubo de luz le dio indirectamente y se veía su silueta perfecta en negro con un contorno blanco y brillante, sus pechos pequeñitos y respingones bajo un top blanco grisáseo. La piel como de mármol se hizo tirante mientras ella se inclinaba hacia atrás, elevando los pechos sobre el escenario, sus labios cantaban la canción. Sentí unas ganas enormes de besarla.

Shake your hair girl with your ponytail
Takes me right back (when you were young)
Throw your precious gifts into the air

Estaba de pie, con poca luz, con las tetitas de fuera, agitándose, bajo dos chorros de luz helada, con la piel fosforesciendo con su increíble blancura. El calzón se había metido entre las nalgas y sudaba, su verga estaba semierecta por el disfrute de la música, o por el frío. Nadie aplaudía, incluso el DJ estaba en silencio. Cambió la música. Ahora era Tool, y tomé eso como una señal. Noté que su verga se dibujaba claramente en el frente de su traje de baño, eso duró apenas un pestañeo, pero me dejó profundamente conmovido y erotizado. Cambió la luz, el potente reflector apuntó directamente contra el público, dejándonos a todos lampareados, y ella caminaba a paso firme, fuerte, elástico y felino hacia nosotros desde el escenario, eclipsando la luz. Sonreía. No parecía tener cejas ni pestañas, el rostro maquillado en gris claro, con las marcas de leopardo en el cuerpo.

Terminó el tercer número, pero no se quitó la tanga, recogió 5 dólares que alguien tiró en el escenario. Yo fui el único que aplaudía. Un poco después, alguien, quizá el negro gordo que me saludó en la entrada se unió a los aplausos.

- Cómo te llamas - me preguntó Sienna, sentada frente a mí.
     - Todos aquí me llaman Joe por alguna razón que no recuerdo. Quizá le di ese nombre a alguien, cuando estoy ebrio me da por inventar cosas, como ahora.
     - Entonces, quieres que te diga Joe.
     - Si tú quieres.
     - ¿Alguna bebida para la dama, Peter?
     Sienna entrecerró los ojos y se quedó mirándome en silencio.
     - No sé -contesté- ¿alguna bebida para la dama?
     - Una cerveza.
     El mesero negó con la cabeza. Ellas no podían pedir cerveza porque sería lo más barato que podías beber, tenía que ser alguna bebida simulada que costara unos 30 dólares.
     - Treaele una conga, y a mí ponme otro whisky y una cerveza fría.
     - Fuck me both sides - dijo Sienna.

La música estaba a un volumen tan alto que apenas podía entender lo que decía; tenía 20 años y era de Nebraska, de algún pueblo rural donde le tiraban piedras por su problema de pigmentación y después, ya crecidita, porque era el rarito del pueblo. Se fue a vivir a L.A. y ahí la regenteaba un puertoriqueño. Luego se fue a NY porque quería trabajar de mesera para ahorrar dinero y meterse a estudiar teatro. Ahí estuvo todo el año pasado y éste era su primer table.
      Sienna hacía gestos al beber su conga.
      - ¿Tan buena está? - pregunté.
      - No. Sabe a hielo sucio, ¿quieres probar?
      - Claro.
      El hielo sucio no sabía tan mal, era como si se hubiera derramado jugo de naranja, lo hubieran levantado con un trapo y hubieran exprimido éste en un vaso sucio.
      Disimuladamente lo tiré en el suelo, le serví un vaso de cerveza fría.
      - Bebe esto mejor.
      Sienna ni siquiera se preocupó porque se dieran cuenta los del bar. Se bebió la cerveza con gusto.

Se quedó sentada en la mesa, la llamaron un par de veces pero regresó. Pidió sólo una conga más y furtivamente estuvo tomándose la cerveza que yo le daba.

- De verdad, ¿te vienes conmigo? - Pregunté.
     - Depende qué tengas en mente.
     - Sexo cochino.
     - Jajaja. Entonces sí.
     La miré fijamente a los ojos, eran de un rosa interesante, como del color de las encías de un cachorro.
     - Pero ya sabes que tengo partes extras - añadió.
     Compratíamos un marlboro. Su lipstick tenía sabor a cereza.
     Reconocí Fight Test de The Flaming Lips, bailaba una de las negras en el escenario. El bailecito se veía forzado, seguramente aquella hermana hubiera preferido algo de Tupac...  yo también.

Quedamos en el Steele Bridge, el puente, a las 2 am. Ella iba a tomar un taxi saliendo del bar y allí yo la recogería en el Taurus para ir a mi departamento.
     Esperé hasta pasadas las 2:30, y cuando estaba por prender el coche y largarme de ahí, la vi bajar de su taxi y caminar lentamente hacia el puente, prendí las luces y le di de lleno en la cara, Sienna se cubrió los ojos con la sombra del antebrazo y torció la boca en un mohín. Sienna era albina, pero pasaba por rubia; tenía graves problemas de vista, era ciega funcional, además de disléxica, transexual y hasta zurda.

     - Lamento el retraso, Joe, o como te llames.
     - Está bien.
     - Those fucking leopard spots, they wouldn't come out.
     - No importa.
     - Fuck me both sides! I hate being made to dress up as an animal.
     - Eres bailarina exótica, son gajes del oficio.
     - Fuck you, Joe!

Camino a mi departamento, fuimos peléandonos por el control del dial del estéreo del coche: ella quería oír la estación de rock clásico, pero a mí me gustaba la KEXP. Cantamos a todo pulmón Riders on the Storm, nos besamos bajo la lluvia que caía apenas, vi la luz verde del semáforo, pero Sienna seguía con su boca pegada a la mía, los ojos cerrados y sus casi invisibles pestañas agitándose suavemente. Un coche pasó furiosamente a nuestro lado, aventándonos una ola de agua de charco, la vi bajar por el parabrisas, ensuciando todo lo hermoso de aquella noche: las suaves luces del bulevard, el resplandor fantasmal de Oregón reflejado en las nubes y un desgarrón en el cielo desde el que se colaba un rayo de luna.

Entramos.
El departamento estaba tirado, había una silla volteada en el suelo, ropa sucia por todos lados. Varios LP's sin sus fundas por ahí. El wáter meado. Un gato blanco y sordo pidiendo la cena con un reclamo enérgico. El cagadero del gato no olía mal, ese animal era mucho más limpio que yo.
      Sienna se encargó del gato, le dio de cenar y lo acarició, diciéndole cosas en un idioma que no entendí, quizá el idioma nativo de los albinos.
      Puse en el estereo un CD de Tool, seleccioné la 5, Schism. Noté la reacción de Sienna, se levantó de un salto, el gato dio un respingo por la sorpresa.
      - ¿Es para mí? - me dijo Sienna al rodearme el cuello con los brazos.
      - Sí - me había dicho que Nirvana y Tool eran lo suyo.
      Pegó su cuerpo al mío.
      Yo me acerqué a ella, parando la trompa para besarla, pero ella detuvo mi cabeza, agarrándome por el cuello. Me acercó a la luz y estudió mi cara. Comprendí que no sabía realmente cómo era yo, sólo me había visto en la penumbra del bar, y en la oscuridad de la calle; yo debí parecerle una silueta gorda, con nariz de zanahoria. Como dije, era ciega funcional; para leer, sostenía el libro a 3 o 4 centímetros de los ojos.
      Pensé, aquí se acaba todo. Iba a ver mi piel maltratada, ajada, las cejas que ya empezaban a pintar canas gruesas, la barba y bigote mal cuidado.

      Between supposed lovers
      Between supposed lovers

      Mi cara llena de cicatrices, las uñas marcadas que me había dejado una exnovia, cerca de los párpados cuando había intentado arrancarme los ojos. El tabique desviado por la patada de mi mejor amigo en mitad de una noche infernal de whisky barato. El diente negro que nunca se cayó. Mis ojos opacos por los que apenas asomaba un brillo de inteligencia, mirada de mono amaestrado, había dicho mi propia madre.
      Acercó sus ojos aún más.

      I know the pieces fit
            I know the pieces fit
      I know the pieces fit
            I know the pieces fit

Cantó la canción de Tool en la mejor parte. Pasé la prueba y ahora las manos que me habían alejado de sus labios me acercaron con fuerza.

Nos besamos. La acerqué a la pared, le di vuela y restregué la verga sobre sus nalgas. Respiraba agitadamente. Metí las manos bajo su blusa y encontré sus tetas sin bra. Las acaricié, la piel era perfecta, suave, besé su cuello, lo lamí y esperé a que girara la cabeza para chupar y besarle los labios. El gato se restregó entre nosotros, haciendo eses entre nuestras piernas, ronroneando igual que Sienna.

Me tumbó sobre la cama y aflojó el cinturón, liberó mi vientre peludo, lo amasó, se puso a horcajadas sobre mi verga y usó su escroto para hacer círculos sobre mi pobre verga torcida en una erección dolorosa. Me abrió la camisa y me besó el pecho, hizo círculos en mis pezones, después me levantó los brazos y aspiró el olor de mis sobacos. Le agarré las nalgas, las apreté. La ayudé a liberarse de la tanga que se le había metido entre las nalgas, nuestras dos vergas quedaron expuestas, intentó escupirme la verga pero el escupitajo terminó sobre mi ombligo.
      Sienna se frotaba sobre mí, arqueaba el cuerpo hacia atrás y elevaba sus tetas para que las acariciara; la piel era perfectamente blanca, podía ver las venas azuladas palpitar a medida que se calentaba, tenía la verga blanca también, como si estuviera hecha de la misma piel blanca, ligeramente sonrosada por la refriega que nos estábamos dando. La puse bocabajo en la cama y le hundí la lengua profundamente en el ano. Hice una pausa para respirar y noté que ahí estaba el gato mirándome con incredulidad, agazapado sobre las almohadas.
      Me costó trabajo meterle la verga, estaba estrecha y era evidente que le dolía. No tenía lubricante ni pensé en comprarlo. Me preguntó si tenía, al menos, un poco de aceite de oliva... tuvimos que usar saliva y paciencia.

Cogimos en cuatro patas, alternaba el acariciar su vientre musculoso, las nalgas esponjadas y su verga húmeda por el lubricante de su excitación. Terminamos con ella sobre mi, apretándome los senos de hombre mientras que yo hacía lo propio con sus tetas; encontramos el ritmo apropiado, mi verga embestía cuando ella elevaba las caderas, mis dedos haciendo círculos sobre sus pezones, su verga rebotando en mi panza chelera, humedeciéndome los pelos de la panza con su líquido preeyaculatorio. Mi verga se abría paso, cada vez más profundo, el interior de sus intestinos estaba caliente, se acercó para besarme por última vez antes de venirse, levantó las caderas, apoyó una rodilla sobre la cama y usó su mano izquierda para estimularse la verga, explotó en un chorro caliente que alcanzó mi cuello en la primera descarga, la segunda descarga fue aun más copiosa y se derramó sobre mi verga y vientre bajo. Lanzó un gemido animal, su cuerpo blanco se estremeció y sus ojos entrecerrados ocultaban unos ojos rosas que parecían los de un demonio soñando. Su pelo delgado y suave, como pelusa, estaba empapado y en el último de sus estertores lanzó un suave aerosol salado que sabía a laca de aluminio y que terminó rociándome los labios.

Me vine pero no de manera hermosa como ella, fue un orgasmo interminable, sostenido, de un placer que no se terminaba pero que parecía no llegar tampoco a su punto alto, fue una venida sostenida, agónica, empezó mucho antes de que saliera el semen y después de vaciar los conductos, aún segía gimiendo de placer con las palmas de las manos sobre la pared, con Sienna mamándome la verga y yo mirando con ojos de espanto hacia el gato dormido.

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Gran historia, como siempre. Gracias por compartir!

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Excelente relato


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