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Sin chichis, pero nalgona, verga venosa que me rebota en la panza

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Poco antes del desmadre provocado por la Covid, conocí en los urinales de una cantina en los portales a Toño, recepcionista del Hotel Isabel, insalubre motel de mala muerte.
    Toño y yo coincidimos en el baño de la cantina, intercambiamos gestos de cortesía, "pase usted", "no, después de usted". Terminamos meando sobre un bloque de hielo, dos temblorosos chorros de orina rancia salpicaban gotas sobre nuestros zapatos y encima de las baldosas viejas y mugrosas que terminaban conduciendo los orines hasta una atarjea oxidada.
    Mientras esperaba cortésmente a que Toño se lavara las manos, abrí mi riñonera donde tenía la dotación personal de Whiskey Teachers, ¿por qué tomo Whiskey a escondidas en los baños de los bares? Principalmente para ahorrarme dos o tres tragos, sale más barato.
     - Perdone, viejito -me dice Toño, bueno, aquel desconocido porque hasta ese momento no sabía que se llamaba Toño-, se ve bueno lo que está tomando, ¿no me convida?
     Abrí los ojos y, mientras seguía mamando, le eché un vistazo al buen hombre: traje luido, cafesito oscuro con finas rayas amarillas, camisa azul y zapato café, de mi edad o un poco más viejo, bigotito ralo pero bien recortado, panzón y calvo de arriba, con pelos disparejos a los lados, me recordó la cabeza del cura Hidalgo.
      - Cómo no, buen hombre -le pasé la riñonera mientras me limpiaba la baba de Whiskey con el dorso de la mano.
      Se dio dos profundos lingotazos.
      - Está bueno este Whisky -dijo.
      Asentí.
     
Así conocí a Toño, nos quedamos en el baño compartiendo lo que quedaba del whiskey, había alguien en el cagadero que seguro escuchó nuestra conversación, pero no hizo ningún ruido.
    Toño me contó que trabajaba como recepcionista (aunque él usó la palabra auditor) del hotel Isabel, que esa era su noche libre y que había salido a echarse un trago con compañeros de trabajo. Me contó que:
     - A mí me toca recibir harta piruja, viera la cantidad de ellas que se hospedan allá en el Hotel, y luego van pasando de uno en uno, bola de zánganos que pasan a las recámaras a despacharse, lo más que se están son unos veinte minutos y bajan todos despeinados, abrochándose los botones de la camisa y haciéndose pendejos, con cara de aquí no pasó nada.
     Reflexioné sobre todo eso y le di otro lingotazo a la botella.
     - Yo a veces le entro a esos servicios - reconocí.
     - Usté -dijo Toño-, Usté se ve buena persona, de porvenir.
     - Pero no -respondí-, soy borracho y me gustan mucho las putas... las pirujas en general.
     - A poco también de los otros -preguntó Toñito, al recibir con ansias el ánfora plateada para chingarse el último trago.
     - ¿De los otros? -dudé un poco al responder- ¿Travestis y eso?
     Toño asintió con la cabeza sin despegar la trompa succionadora de la botella.
     - Sí, también le entro a los travestis, claro que no a todos, nomás a los que están de buen ver.
     El buen hombre me regresó el recipiente vacío, sonrió y levantó los hombros como diciendo "pues, cada quién".
     - Pus cada quién sus gustos -dijo-, eso sí, al hotel a cada rato llega cada cabrona más sabrosa a hospedarse y uno se da cuenta de lo que son porque con nosotros no disimulan la voz, a veces llegan acompañadas de sus padrotes, sus chacales como ellas les llaman. Se pasan a la habitación, pero antes se les informa que a sus visitantes se les cobra la cuota y que si ellas no dan lata y dejan los cuartos limpios, se les da su comisión.
     - Yo, la verdad desconfío de los servicios en los hoteles, a veces no me ha ido muy bien. Además, eso de andar removiendo atole está del nabo. Como usted dice, va pasando uno tras otro, ni tiempo de limpiarse la cola les ha de dar.
     - Muy cierto, viejito. Pero mire, si usted quiere, pásame su teléfono. Yo le podría hablar cuando llegue alguna que esté de buen ver, yo vería que usted fuera el primero, o de los primeros, y si le hacen pasar un mal rato, nosotros allá en el hotel lo apoyamos.
     - Pues, no es mala idea -dije. Pensé en el asunto, el Hotel Isabel me quedaba relativamente cerca, sería cosa de mandarle un mensaje a Toñito el día que anduviera yo ganoso y que él me pasara el pitazo de cuando llegara alguna traviesa de buen ver.
     - Yo conozco a la mayoría, sé quienes dan buen servicio, las que nunca dan problemas, a veces ellas avisan que llegarán tal día, o que andan en la central camionera y que van para el hotel, muchas son supersticiosas y quieren la misma habitación de siempre. Mire, ahorita que me acuerdo, va a llegar Alejandra Vergara, ella es de Veracruz, o de Jalapa. Una de las señoras del aseo me contó que la vio encuerada un día que ella estaba haciendo la maleta cuando estaba por irse, la señora llamó a la puerta, pero la señorita tenía puestos los audífonos y no la oyó, me dijo, "vieras Toño que cuerpazo tiene la condenada, toda delgadita pero con unas pompotas así de grandes, bien carnosas, no se veían todas operadotas y desparramadas, eso sí, sin nada de chiches, toda planita, pero con la panza marcada, fuerte la canija, eso sí. Y luego tremenda cosota que se mandaba, de veras que una dice, ¡caray! que desperdicio que anden de cochinos esos chamacos de tan buen ver.
     
Al día siguiente desperté con una cruda tremenda, asquerosa, me levanté para tomarme una Pacífico tibia para templar los nervios.
    Sobre la mesa de la cocina estaba un papelito con el número de Toño garabateado, al verlo recordé nuestro arreglo.

- Hola, viejito, claro que me acuerdo de ti, ¿cómo estás?
   - Caliente.
   - Ah, pos faltaba más. Y hablas en buen momento, ¿te recuerdas de la tal Alejandra Vergara, de la que te comenté que hace las maletas en cueros?
   - Sí... esa mera tengo en mente.
   - Pues quedó de llegar como a las 5, si quieres date una vuelta como a esas horas, nos echamos un chupecito en lo de mientras, y en cuanto llegue le digo que eres cliente vi-ay-pi, que te trate como rey y ya verás, a ella la conocemos de chorro de tiempo, servicio ga-ran-ti-za-do.

Antes de ponerme la trusa estampada con manchas de leopardo, podé un poco mi jardín interior, ya tenía meses sin echar un buen palo, recorté seis o siete canas que brotaban de los huevos. Me sacudí los pelos recién cortados, me vi al espejo: cara de viejo, cuerpo de joven, por alguna razón mi físico del cuello para abajo no ha cambiado mucho en veinte años, ni siquiera estoy todo lo panzón que debería, como relativamente mal y chupo como cosaco.

Llegué rápido porque había poco tráfico, en el Hotel Isabel maté el tiempo hablando con Toño, me dijo que no íbamos a poder beber ahí en el mostrador porque estaba el contador en la oficina y que a veces se ponía de chismoso a espiar en el monitor de la oficinita, noté la cámara que teníamos, apuntándonos directamente.
    - ¿Y revisan los videos de los clientes? -pregunté.
    - Nomás cuando hay pedo, los videos se borran solitos cada dos días y nadie los revisa... bueno, a veces el contador, pero por morboso que es el cabrón.
    - Pues sí.
    - Mire, si quiere, vaya al baño y échese dos o tres traguitos, para que se vaya entonando, si gusta.
    Fui al baño, me di tres traguitos y regresé.

Frente al mostrador estaba Alejandra Vergara. Aún en pants, con gorra y desmaquillada, se veía bastante bien. Las nalgas se dibujaban con gracia, llenando los pantalones, su silueta elástica se estilizaba a cada movimiento, transmitía una feminidad natural, completamente hormonal. Traía una blusa corta, se podía ver su ombligo con un dije colgando de una cadenita que tiraba del ombligo perforado. Noté que tenía los labios naturalmente llenos, sensuales, nada de trompas de silicón que parecen resultado de reacciones alérgicas.
    - Mira, m'ija, ahí está el susodicho -dijo el cabrón de Toñito, señalándome.
    Ni tiempo me dio de cerrar la boca, Alejandra Vergara volteó a verme, vi a Toño enseñando los dientes, hasta la cámara hizo un giro para apuntarme directamente.
    - Hola -dije, moviendo la mano, con cara de tonto.

Alejandra Vergara y yo nos caímos bien, me ofrecí a ayudarle con su maleta, que parecía un baúl, ella estaba más fuerte que yo y le habría costado menos trabajo subir las escaleras con ella, pero yo insistí. Ella iba por delante, moviendo las nalguitas frente a mí, voltee hacia Toño, nos miraba fijamente con una sonrisa torcida, los ojos medio chuecos, mientras se hurgaba los dientes con un palillo.

Me senté en la orilla de la cama para recuperar el aliento, sentía los latidos del corazón en el cuello, me dolía la espalda y me faltaba el aire, pero no dejaba de sonreír, disimuladamente.
    Alejandra Vergara abrió el cierre de la maleta y se puso a revolver hasta encontrar una bolsa de plástico rígido que tenía cierre, había tangas y calzones, algunos bra de tiras rojas. Noté que había ropa de hombre y de mujer, revuelto dentro de todo ese desmadre, zapatos, tenis, y un par de botas.
    - ¿Te gustan las tangas rojas, o negras?
    - Negras.
    - ¿Me pongo perfume?
    - No.
    - ¿Pero desodorante, sí, huele algo fuerte?
    - Tampoco.
    - ¿No quieres que me lave antes?
    - Eso sí.
    - Ya ni te pregunté, eres pasivo, activo, o...
    - Activo.
    Hizo una pausa para sacar una botella de perfume de imitación, al principio pensó que se había regado, pero sonrió al comprobar que todo estaba bien, se llevó la mano sobre el pechito con un ademán de lo más sexy y femenino, me dieron ganas de besarla, así en fachas como estaba.
    - ¿De qué conoces a don Toño?
    - Del baño de una cantina.
    - ¿Es en serio?
    - Tristemente, sí.
    Eso me recordó que tenía algo pendiente. Saqué la petaca metálica y mientras giraba la rosca del tapón, le pregunté:
    - ¿Te molesta si me doy un trago?
    - Para nada. ¿Qué tomas?
    - Whiskey.
    - ¿Del bueno?
    - Del chafa.
    - Mejor. A ver, convídame un trago.
    Me puse de pie y le acerqué el ánfora.
    Dio un buen trago, casi profesional. Al terminar, limpió la boquilla con la mano.
    - No es necesario -dije.
    - ¿Qué?
    - Quitarle las babas.

La televisión estaba en una esquina, en alto. Estaba sintonizada una película puerca grabada en los ochenta, reconocí a T. T. Boy; la calidad del video era como de VHS. Parece imposible, pero quizá tendrían aún una videocasetera conectada a las habitaciones, y una torre de películas pirata XXX, justo ahí donde estaba el contador espiando a los clientes.
    Alejandra Vergara se quitó la sudadera y se quedó en ombliguera. El Whiskey me supo aún más rico. El aire acondicionado estaba demasiado frío, el aire empezaba a doler un poco al respirarlo. Noté que no tenía tetas, ni siquiera esos pechitos de hormona, pero los pezones eran bastante más grandes de lo que proporcionalmente cabría esperar. Sintió mi pesada y vidriosa mirada de borrachín ganoso y me dijo:
    - ¿Te quieres quedar mientras me cambio?
    - No hay problema, estoy viendo la película.
    Volteó hacia la pantalla: T. T. Boy estaba acostado en un sillón, una rubia con buenas tetas lo cabalgaba, la mujer apretaba el pecho del hombre con fuerza, las tetotas se escurrían entre los brazos, era un deleite ver aquello.
    - Algún día... -dijo Alejandra Vergara.
    - ¿Algún día, qué?
    - Algún día me pondré mis chichis. Ya estoy juntando.
    - No las necesitas.
    Me echó una larga mirada, no sabía si yo hablaba en serio.
    - Se cobra mejor.
   
Fue la última escena de la película, terminó y una estática parpadeante con fondo oscuro llenó la pantalla de la televisión.
    Alejandra Vergara se iba a poner un vestido negro que ahora descansaba en el respaldo de una silla, en el asiento estaban la tanga negra y un bra rojo de tiritas. Medias negras, sobre la ropa interior. La escuché en el baño, cantaba con buena voz, una canción en inglés que no pude reconocer. Escuchaba el agua correr y veía la estática en la televisión, daba un nuevo trago al Whiskey y buscaba el control remoto del aire acondicionado. Me levanté y me acerqué a la maleta, Alejandra Vergara había bajado la tapa, pero sin correr el cierre, levanté la tapa y me puse a husmear. Había lencería sexy de hombre, de su talla, pensé que quizá ella haría todo tipo de servicios. Metí la mano y encontré lo que parecía un estuche de lentes, lo saqué, abrí la tapa, había un fajo de billetes enrollados, quizá el fondo de ahorro para las chichis, lo regresé a su lugar. Abrí el cierre que había en la parte interior de la tapa, saqué unas fotos, Alejandra Vergara cuando era Alejandro Vergara con un muchacho abrazándolo por detrás, con los brazos alrededor de su vientre. Una foto de un señor mayor, quizá su abuelo, un señor muy moreno, de lentes oscuros, acariciando un perro negro. Fotos del mar, reconocí el Puerto de Veracruz. Apenas pude reaccionar a tiempo, acomodé las fotos, pero no pude cerrar el cierre de la maleta, bajé la tapa sin hacer ruido; ella estaba en toalla, viéndome desde la puerta del baño.
    - Esto va a tomar otro rato -dijo-, ¿seguro que no quieres ir a tomarte un trago con don Toño?

Se estaba maquillando frente al espejo, tenía puestos unos boxers de hombre que le quedaban guangos de la cintura, no caían al suelo porque estaba tan nalgona que eso los detenía. La verga se le dibujaba, deliciosa.
    Ya se había maquillado los ojos, los tenía grandes, café oscuro, tenía pecas sobre la nariz, el pelo negro y lacio le caía húmedo sobre los hombros, estaba inclinada hacia delante, parando las nalgas y cuando cambiaba de pierna para encontrar el mejor ángulo para maquillarse, la verga le bamboleaba como badajo de campana. Tenía las piernas largas, delgadas, pero fuertes, marcadas por el ejercicio.
    Terminé el último trago del whiskey, tenía la verga parada, me puse de pie y me acomodé detrás de ella, con en el espejo frente a nosotros, la abracé, rodeándole el estómago en la misma pose que el muchacho de la fotografía, con el antebrazo derecho me cubrió uno de mis brazos, exactamente como en la foto aquella, me sobó la verga con las nalgas y, al notar que ya la tenía bien parada, apartó el lipstick y me sonrió, haciendo una gran O con la boca.

Le di la vuelta y la abracé, rodeó mi cuello con los brazos y movió las caderas como si bailara en el antro. Besé su cuello y puse mis manos en su espada baja, noté la firmeza de sus músculos, la suavidad de su piel y los movimientos de su espina dorsal al moverse. Levanté la cabeza y rocié un poco de mi aliento afrodisíaco de borracho sobre su oreja derecha, se retorció entre mis brazos.
    Agarré cada una de sus nalgas con la mano correspondiente, apreté, era un culo lleno, natural, joven, de piel morena muy suave, encontré el hundimiento donde se ensamblan los músculos con el hueso de la cadera, mi verga estaba dolorosamente torcida en el pantalón, le di un beso en la garganta y después encontré sus pezones y los lamí mientras le separaba las nalgas. Ella metió su mano bajo mi pantalón y encontró mi verga y amorosamente la desenredó y la puso en una posición menos dolorosa y dijo algo que no pude entender porque oía los latidos de mi corazón, fuertes, ensordecedores, batiendo, golpeando como tambores. Lamí su pecho, encontré el otro pezón y lo chupé hasta que le quedó parado, tieso, como si se muriera de frío. Ella tenía los músculos abdominales tensos, sus músculos duros bajo la piel suave, con vellos como de durazno, lo más sexy que había probado hasta ese momento, hasta ahora.
    Levanté la cabeza para besar su cuello, pegó su pecho al mío y nuestras vergas se frotaron entre sí, tenía la cabeza de la verga asomada por el borde la tanga. Me quité la camisa, aflojé mi cinturón y el pantalón cayó hasta los tobillos. Besé sus labios, pero no correspondió a mi beso. Levanté sus brazos y lamí los sobacos, lampiños y limpios, pero con un sabor ligeramente agrio, lamí su pezón y volví al sobaco, un suave olor empezaba a desprenderse, estaba a punto de volverme loco.
    Alejandra Vergara me empujó, caí en la cama, me di un golpe con el borde de la maleta y ella lanzó un gruñido en vez de disculpa, me agarró la verga, la vio fijamente y le escupió, hizo un movimiento de abajo arriba, mirándome a los ojos, traté de acercarla hacia mi boca, jalándola de las nalgas, pero me puso las manos en el pecho para empujarme. Me dio una buena mamada, húmeda, babosa, muy sucia, se la metió toda hasta el fondo, sentí sus anginas palpitando, sentí la entrada de su tráquea a punto de cerrarse mientras de su boca salían babas y eructos. La levanté de los pelos, tenía la pintura de los ojos corrida, la acerqué a mi boca por la fuerza para besarla, se resistió, le escupí la cara y me miró con incredulidad. Ahora, ella me besó, me tomó de los pelos, tiró de mis canas y temí que me arrancara dos mechones de pelo. Su verga se retorció sobre la mía, las dos terminaron empapadas, hizo una pausa para acariciarlas, las juntó y usó las dos manos para sobarlas entre sí; la cargué en el aire, le di vuelta y la deposité sobre la cama, con brutalidad calculada porque no quería que se diera un madrazo contra la maleta, le quité la tanga con desesperación, me arrodillé en el suelo, separé las nalgas y descubrí su ojo del culo: hermoso, dilatado, metí la lengua hasta el fondo y Alejandra Vergara lanzó un gruñido de protesta, sabía dulce, a lubricante, afrutado, metí la lengua hasta el fondo, levanté sus caderas y alcancé su verga, la acaricié con desesperación, estaba aún más dura, sentí las venas latiendo. Sincronicé mis lengüetazos más profundos con un movimiento ascendente muy lento, cuando sacaba la lengua hacia un movimiento rápido. Esto duró un minuto.

Me jaló de los pelos y me acomodó sobre la cama, se montó sobre mi vientre de borrachín inmundo, levantó las caderas y, al hacerlo, vi cómo bamboleaba su verga, como se endurecía hasta alcanzarle el ombligo, apoyó un muslo sobre la cama, lo acaricié, notando la tensión de sus músculos, sentí la punta de mi verga entrando lentamente en el ano apretado, babeante, sentí el calor de sus entrañas, la lubricidad, mi verga poniéndose morada, el roce de sus mucosas, una gota de liquido preeyaculatorio que brotó después de sentir una contracción en la próstata. Había entrado la mitad de mi calabrote y noté cómo su verga respondía con un respingo, alcancé su pecho y acaricié sus pezones, tenía los ojos cerrados, apoyó sus manos en las mías y las llevó sobre sus abdominales y dejó que descansaran sobre las caderas, mientras mi verga se habría paso a través de sus entrañas calientes y apretadas, sus huevos descansaron en mi vientre bajo, se inclinó ligeramente hacia delante y vi cómo su verga apuntaba hacia mí, roja, venosa y babeada, doblándose ligeramente hacia su derecha. Apreté sus nalgas con desesperación, recorrí sus piernas, abrió los ojos y escupió en su mano derecha, la usó para estimularse la verga, me miró fijamente a los ojos, entraba y salía de ella, profundamente.
    ¡El puto condón!
    Eso lo dijo mi otro yo, el temeroso, el que quiere llegar a los setenta, de perdida a los sesenta años.
    No hay condón, dijo el viejo indecente que tenía la verga todo lo dura que podía ponerse, atrapada en un tramo de intestino delgado, rosáceo, palpitante, lleno de moco, turbio y sedoso.
    - ¿Que tengo el pelo sedoso? -preguntó, sacándome del trance- Gracias.

La puse en cuatro, ahora estaba Peter North en la pantalla, imité sus ágiles movimientos, comparé su cuerpo musculoso con la consistencia de molusco correoso del mío, vi los movimientos espasmódicos de las mechas de mi pelo empapado, traté de seguir los movimientos de North como si fuera una clase de Zumba. No aguanté mucho el paso, empecé a jadear, acaricié todo su cuerpo, besé su espalda.
    - Cuando quieras venirte me avisas, porfi -dijo, volteando por encima del hombro.
    Balbucee alguna tontería, babee un poco y saqué la verga justo a tiempo, me vine al mismo tiempo que North, exploté poniendo cara de electrocutado, mi descarga lechosa salió proyectada y dibujando una lenta espiral en el aire, Alejandra Vergara se protegió el rostro y el pelo con las manos, se hizo un ovillo y me dejó solo, congelado, flotando en la corriente del aire lavado que salía de la máquina que zumbaba en el techo.

-Deja el dinero en la mesa, gracias, la pasé de pelos -dijo Alejandra Vergara.

En la mesa de recepción estaban Toño y un acompañante. Me acomodé el pelo y terminé de fajarme la camisa en los pantalones, aún no había recuperado el aliento.
    - Mire, viejito, éste es el contador de acá del Hotel.
    - Mucho gusto -dijo el hombre- tendría unos sesenta años, una corbata amarilla con moño gigante que parecía estrangularlo. Descansaba sus manos sobre la página de un periódico, sobre un crucigrama a medio hacer.
    - Apetece un trago, viejito -preguntó Toñito.
    - Claro -respondí.
    - Nomás que hay que ser discretos -dijo el contador, apuntando hacia la cámara que púdicamente veía hacia otro lado.
    Me dieron tequila en un vaso de plástico, muy delgado, de esos que truenan cuando los aprietas ligeramente.
    Entró un hombre de mediana edad, dio las buenas tardes noches y muy solemne, después de aclararse la garganta, dijo:
    - Habitación 303.
    - Sí -respondió Toño con el mismo timbre de solemnidad-, la habitación de la señorita Vergara.

Miramos en silencio al hombre hasta que dio vuelta en el pasillo.
    - A éste le toca revolver el atole -dije.
    Brindamos los tres por el buen uso que se le diera a mi atole.

Y aquella noche terminó bien, no pesqué ninguna enfermedad culera, hice nuevos amigos. Por eso, si un día te encuentras en los meaderos de cualquier lugar de mala muerte y alguien te pide un trago, sé bueno, sé generoso y siempre serás recompensado.

Salud.

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Woow, excelente anécdota, por un momento pensé que leía algo de Bukowski.

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Muy buena reseña viejo indecente, eso del contacto en la recepción del hotel vale oro!

Podrías compartir el teléfono o página de Alejandra Vergara? Intenté buscarla pero Google no me arrojó resultados y se me antoja muchísimo, claro de preferencia sin remover atole ja!

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Wow leer este relato fue una obra de arte. Sin duda uno de los mejores del foro. Uno de esos que ya casi no se escriben, como ai fuese un genero literario erótico y de acción pasional. Como en los muy viejos tiempos de paginas de relatos.

Si hubiese un concurso este ganaria.

Este es de los mejores junto con el relato de una puta trans que calificó a un cliente difícil de la manera más humorista e ingeniosa posible, creo que estaba en la versión antigua de este mismo foro.

Last edited by Etson Carrazco (Aug 6 2022 20:55:42)

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https://www.facebook.com/alejandra.vergaraenriquez

Sera esta chica?

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Un verdadero placer leerte Viejo. Recuerdo varios de tus relatos. Antes los mezclabas con música y eran una joya.

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Gracias por tu comentario, estimado Izcalli14; sí, retomaré lo de la música, que siempre es un para mí un aspecto importante al contratar, gracias por leer y comentar.

ricardin99, no, desafortunadamente no es ella; en realidad fuera del nombre, no hay ningún otro parecido.

Este es de los mejores junto con el relato de una puta trans que calificó a un cliente difícil de la manera más humorista e ingeniosa posible

           Vaya, me gustaría leerlo, a ver si nuestro querido moderador puede rescatar ese texto del viejo foro. Tengo vagos recuerdos de algo así que me hizo partirme de risa, quizá el texto al que te refieres, hasta creo recordar el nombre: Bianca o Blanca, se identificó como traviesa y escribía con un gran repertorio de faltas de ortografía que hacían sangrar los ojos, pero tenía una vena de narradora tremenda.

   Etson Carrazco Agradezco mucho tu comentario.

   Pornocrates Sí, es muy posible que sea la misma, lo del tatuaje no lo recordaba, quizá sea un falso recuerdo, pero ahora me parece que sí tenía un tatuaje en negro y a todo lo largo de la espalda baja, quizá un diseño tribal. Otro detalle importante es sobre esas nalgas, de verdad han sido las mejores que me han tocado, ya sea mujer o traviesa, como dices, un culo esculpido con ejercicio y disciplina, pero femenino de origen, lo que me encantaba era sentir esos deliciosos hundimientos en las caderas, donde se separan los músculos del hueso. Un prodigo ese traserito, yo le pongo 10 de calificación.

   Richard Sí, lo último que supe del buen Toño fue que murió por el maldito covid, me lo dijo el contador, ese sigue dándose sus vueltas por el hotelucho, ahora atiende el mostrador un señor con cara de pocos amigos y malos modos, en fin.

   Racso358 Gracias por tu comentario, es todo un honor, pero el original Viejo Indecente juega en otras ligas, muy superiores.

Gracias a todos por comentar, espero tener tiempo el fin de semana para reseñar a una madura que me hizo venir como manguera de bombero.


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