Esto fue en 1997, no sé si ella siga en la putería, o siquiera si esté viva. No recuerdo su nombre, pero quizá haya alguien que la recuerde, especialmente los que merodeaban por la Zona Rosa y sus alrededores por aquellos días.
Yo tenía 36 años y acababa de divorciarme. Vivía sobre Río Tiber y tomaba Reforma y torcía en Tiber para regresar a mi casa.
Siempre he sido un borracho de mierda, pero hasta entonces nunca había tenido un accidente, en una noche lluviosa, otro borrachales me desmadró el coche, llegó la poli y nos chingaron a los dos. No fue mi culpa, pero por estar pedo me torcieron. Me quedé sin coche y gracias a esto se desarrolla lo que estoy por contar.
Un jueves por la tarde, pasando a patín sobre Tiber la vi. Había llovido, estaba todo encharcado y yo andaba triste, cabizbajo, notando la luz de los semáforos reflejada en los charcos. Tenía ganas de un trago, pero estaba intentando beber menos. Enfilé hacia el 7-Eleven ahí en Tiber, yo acababa de cenar en un Sushi cercano que te ofrecía una especie de comida corrida, barato y recomendable, creo que aún existe. Se me antojó un café porque la tarde estaba fría y, medio disimulada, al lado de la puerta de acceso, la vi:
una trava muy alta, con botas a la Pretty Woman, pelos güeros de elote, blanca, cutis rústico (rastros de un acné juvenil igual de culero que el mío). Pase frente a ella y me dirigió una leve sonrisa, y luego volvió a mirar hacia el frente, haciendo contacto visual con los conductores de los coches.
Salí con mi café en la mano. Medio me tropecé con el tapete ese pedorro que tienen en la entrada y casi me voy de hocico con todo y café. Ella detuvo la puerta y evitó que terminara tropezando peor. Salvó un café de terminar en el suelo, el resto de mi persona tenía poco valor. Le di las gracias, pero ni me peló, lo hizó mecánicamente, como por reflejo; ella seguía como siempre, mirando hacia el frente. La examiné de cerca:
Tenía grandes las tetas, bien paradas. Llevaba un vestido blanco bien embarrado. Las nalgotas sobresalían, bien hechas. Lo que se alcanzaba a apreciar de sus piernas insinuaba que le tupía al gimnasio. Caminó un poco frente a mí, hizo pasos como de perro adiestrado en exhibición canina, luego se dio la vuelta y con disimulo agitó el rabo hacia el tráfico. Me quedé ahí parado, estorbando el paso de los clientes al salir de la tienda. Medio le soplaba al café e intentaba beber sin quemarme y tenía la mirada enloquecida y febríl clavada en las nalgas de la canija esta.
Necesitaba un palo. Sabía que era trava y yo sólo había estado con otra de ésas, reclutada en la Zona Rosa: un servicio mecánico que salió muy mal, no se me paró porque llevaba una peda de varios días, ni siquera llevaba camisa, traía la chamarra de piel toda gastada encima del pellejo. Seguro olía a cruda de varios días. Me atendió mal y con asco. Yo estaba convencido de que ese sería mi último intercambio con una trava. En fin. Qué bueno que se enderezó el camino.
Me decidí, le dí un buen trago al café y caminé hacia ella, me aclaré la garganta y, justo en el momento en que iba a hablar, se aparece una patrulla y los puercos hacen sonar la sirena y prenden la torreta, miran hacia nosotros, y las luces de colores por su cuerpo vi pasar. Me hice completamente pendejo y seguí mi camino. Un buey que estaba ahí de mirón se rió de mí y se quedó ahí parado, contemplando el rabo de la nena.
Pasaron algunas semanas, mi coche seguía en el taller y un domingo fui a crudear a la Zona Rosa; entré en el Mix-Up y compré el CD donde venía la canción "Drinking in L.A.", canción que me ponía de buenas. Regresé caminando sobre Tiber y, a pesar de que era domingo, me encontré a la Trava en el 7-Eleven. Apenas empezaba a oscurecer y ya estaba en su oficina. Pasé frente a ella, ni siquiera me miró, pasé como fantasma, mi ropa debió parecerle un repapaloteo afantasmado como cuando pasas al lado de un tendedero de ropa que juega con el viento. Ella tenía el mismo vestido blanco, las mismas botas, el mismo Angel Face de Ponds cubriéndole los cráteres que le había dejado el acné en la cara.
- Hola -digo, con un café en la mano. Esta vez no fui tan pendejo como para tropezarme con el tapete todo culero que tienden ahí nomás para estorbar. Un elemento nuevo llamó mi atención: había un policleto barrigón cuidando el negocio, estaba leyendo La Jornada y suspendió la lectura para atestiguar la escena.
- Hola, tú -respondió la nena. Voz áspera, profunda, afeminada. No me molestó que no fuera femenina, iba con el conjunto. No podía hablar de otra mandera, pensé.
- ¿Esperas a alguien? -pregunté.
- A algun cliente. Soy puta.
El policleto se rió, me volteé a verlo y puso cara de "perdone señor" y regresó a su lectura, seguro las aventuras del Santos porque noté alcancé a ver que eran las Histerietas.
Di otro trago al café. Disimuladamente destapé la petaca donde guardaba Ron, sin sacarla de la bolsa interior de la chamarra, vacié una dotación bastante generosa en el café, lo revolví con cuidado. El policleto seguía observándome. En una de esas me acusa con los puercos que se la pasan dando rondines, pensé.
- Se ve bueno tu café -me dijo.
- ¿Quieres?
- No, gracias.
Noté que tenía los pezones duros debajo del vestido. Un coqueto escote circular dejaba apreciar el nacimiento de sus tetas de silicón.
Di otro trago.
- ¿Seguro? Está bueno.
-"Segura" -corrigió.
- Como quieras.
Como no pasaban coches en ese momento, me prestó atención.
- Bueno, a ver.
- Trae piquete -dije al ofrecérselo
- Sí, ya vi -le dio un buen trago. Noté su acento, seguro es de Nuevo León, pensé.
Me regresó el café y regresó a la pasarela. Caminó algunos pasos, se llevó el índice a la boca y disimuladamente se volteó, agitando el pandero frente al tráfico de la tarde, sobre Tiber.
Me sentí ridículo, parado viendo nomás esas nalgas redondas e hinchadas, levantadas por el ejercicio y las buenas artes de algún cirujano de los que cobran barato, pero son picudos.
Regresó a su lugar y lanzó un bostezo.
- Vámonos -le dije.
- Bueno, pero primero dame otro trago.
En el camino nos pusimos de acuerdo mientras caminábamos con dirección al Ángel. No había taxis, todos iban llenos.
- Vivo aquí cerca.
- Yo nomás en hoteles o moteles -dijo.
Me paré para rellenar el vaso, ya sólo quedaban los asientos del café; vacié toda la petaca, ya era prácticamente puro ron. Entró chingón en la panza. Ella estaba parada unos pasos adelante. Con la luz nocturna y el resplandor de las luces de los taxis ocupados que circulaban por la avenida frente a nosotros, se veía hermosa, con nariz respingada y el pelo casi blanco. Bueno, hermosa no tanto, pero era una criatura sexual, apestaba a buen sexo.
Se orillo un vocho verde mosca y se metió la nena, le costó trabajo porque medía más de 1.85 con los tacones puestos. A mí me costó el mismo trabajo meterme. Nos llevó el taxista a un motel que estaba por el Hotel Amazonas. Yo había pensado pedir una habitación precisamente ahí pero ella dijo que no rentaban cuartos por hora.
Tiré el vaso vacío en la papelera del cuarto. Había poca luz. Ella prendió la televisión, estaba seleccionado el MTV Latino. Pedí que no cambiara el canal.
Se quedó de pie, mirándome. Se llevó las manos atrás de la espalda y paró las tetas, ofreciéndomelas, los pezones seguían parados, visibles bajo la tela gracias a la luz azulada que salía de la tele y que pasaba a través de ella como un chorro de rayos X.
No sabía por dónde empezar. Me había aclarado en el camino que era transexual, para que no hubiera dudas. Acordamos que yo la haría de activo y que ella se prestaría para las cochinadas que se me fueran ocurriendo. Trato de novios y amor eterno, como siempre.
- Escupe el chicle, le dije.
Lo hizo.
- Límpiate la boca -tomó un kleenex y lo dejó todo embarrado con una plasta de lipstick anaranjado.
La luz azul de la tele titlaba. Ella estaba quieta, pero parecía como si su vestido temblara.
- Levantate el vestido, enséñame los calzones.
Lo hizo.
Tenía los muslos fuertes, marcados. La piel blanca, con un buen bronceado. Más arriba noté la tanga, tenía estampado de leotardo.
- ¿Qué usas para dismimular la verga?
- Un como parche.
- Quítatelo. Pero déjate los calzones.
En el camino había comprado una botella de Whiskey barato en el Oxxo. Estaba sobre la mesa. Serví un buen chorro en uno de los vasos rojos que me habían dado.
Ella seguía con el vestido levantado.
Tenía una verga gruesa y grande. Se notaba claramente bajo la tela estampada. Me acerqué hacia ella. Me sobó el pecho con las tetas. Apreté su verga contra la mía. Le agarré las nalgas. Un poco duras, podías sentir el agujero por donde habían metido el implante. Magreables, sedosas; al menos no parecía que estuvieras manoseando una bolsa con naranjas.
- Hueles mucho a alcohol -se quejó la princesa.
Le acerqué el vaso y le dije que se emparejara conmigo. Lo hizo. Torció la boca al trasegar el Whiskey barato.
La ayudé a quitarse el vestido, no llevaba brassiere, el vestido tenía un forro interior que hacía esas veces.
Las tetas eran simétricas y redondas, no tenían la caída natural de las tetas naturales, pero los pezones estaban duros y excitados, tenía la piel de gallina. Le di un lenguetazo en los pezones y respondió con un movimiento circular de caderas, mi verga y la suya se frotaron mutuamente, poniéndose duras casi en forma simultánea, como en una buena coreografía.
Fajamos a gusto. Yo tenía la verga doblada de lo parada que estaba. Alternadamente le agarraba las nalgas y las tetas. Se bajó de los tacones, seguía siendo bastante alta.
Me desabrochó el pantalón, dejó que se deslizara por mis piernas hasta enredarse en el suelo, se agachó para sacarme la verga. Aproveché para tantear en la mesa hasta alcanzar la botella. Le di un lingotazo profundo. En MTV estaba Ruth y acababa de presentar un video de Tricky, recuerdo esto con mucho detalle, era la música que me gustaba entonces. La música era casi un murmullo, el sonido de succión de su boca se alternaba con la música y con mi respiración entrecortada.
Me agarró las nalgas con fuerza y me atrajo hacia su garganta. Me separó las nalgas y usó las uñas y los dedos para acercarse a mi ano.
La ayude a levantarse. Se quedó de frente a mí, con la verga asomada por encima del elástico de su tanga. Me miraba fijamente como queriendo que le devolviera el favor.
Yo no había chupado una verga antes, era apenas mi segunda trava, la primera había sido un fraude absoluto, así que se trataba de la primera para efectos formales. En esos tiempos el porno de internet no tenía mucho material transexual, o yo no sabía donde buscar; había que ir a tepito a comprar VHS's más especializados, así que no sabía por donde empezar. Me dejé llevar por el instinto. Nos metimos en la cama.
Ella acomodó su cuerpo para favorecer un 69. Yo estaba tumbado de espaldas sobre la cama y ella arqueada sobre mí. Mi verga entraba profundamente en su boca y garganta, lo hacía muy bien, muy ensalivado, las gotas de baba caían en mi barriga y se resbalaban hasta acabar en la cama.
Yo no me animaba a mamarle la verga, le daba uno que otro lenguetazo en el niés y le rozaba la parte de atrás de los huevos, ella respondía con gemidos profundos, casi masculinos.
Bajé un poco, besándole las caderas, le separé las nalgas y le metí la lengua profundamente por el ano. Cavé hondo, intentando alcanzarle la próstata, quería estimularla a fondo. Ella hacía pausas, se sacaba la verga de la boca, pero me apretaba el calabrote con fuerza, acariciándolo de arriba a abajo con fuerza y lentitud.
- ¿Te gusta?
- Sí - ya no suavizaba la voz en absoluto; en aquellos tiempos supongo que no había tratamientos hormonales como ahora-, mámame la verga.
Le di una fuerte nalgada. La carne tembló un poco, eran bastante duras, pero tenían una consistencia casi natural, la piel era suave.
Le agarré la verga. La textura era extraña, un poco gelatinosa, moví la mano arriba y abajo mientras seguía estimulándole el ano con la lengua. La verga se puso más dura, las venas podían sentirse bajo la piel. Seguí besándole los huevos y con la lengua recorrí sus venas hasta casi alcanzar la punta. Ella volvió a sacarse la verga de la boca. Necesitaba mayor estimulación, así que empezó a deslizar su verga por encima de mi pecho. Yo mientras separaba sus nalgas, las abría y cerraba y notaba como el ojo del culo casi me hablaba. Me pedía más. Me pedía la verga.
Antes de meterle la verga, tanteé en el buró hasta encontrar la botella de Whiskey, le dí un buen lingotazo. Le agarré las caderas y sentí la presión suave de su ano dilatado sobre la punta de mi verga. A pesar del condón recuerdo haber sentido el cambio de temperatura a medida que avanzaba a través del tracto, estaba caliente y apretado.
- La tienes rica.
- Date la vuelta -pedí-, quiero ver cómo entra.
Ella dio cuatro o cinco cabalgadas y sin sacarse la verga, dio un giro completo. Ahora tenía sus nalgas frente a mí, la tomé por la cintura y guié sus movimientos. Su pelo flotaba y a veces chocaba y explotaba contra su espalda, provocando un remolino de pelos. La jalé un poco para alcanzarle las tetas, tenía los pezones muy excitados, duros y lubricados.
- Ahhhh -dijo.
Aumentó el ritmo. Sus caderas eran firmes y fuertes, sus nalgas tenían buen balance entre músculo e implante, tenía la piel tersa. Empezamos a sudar. Me cansé de agarrarle las tetas, bajé la mano y alcancé su verga, estaba caliente, completamente parada y húmeda en la punta. Le di varias sacudidas enérgicas.
- Ahhh, qué rico...
Le di una buena nalgada y le ordené que se diera la vuelta. Esta vez no hizo el truco del giro, se desmontó de la verga y se dio la vuleta, vi cómo bamboleaba su verga erecta, rozó la mía mientras se cambiaba de posición.
Puso su brazo bajo mi cabeza y arqueó el cuerpo hacia delante, Nos besamos. Su verga se acomodó sobre la parte alta de mi abdomen, la punta estaba muy cerca de mi pecho. Estaba bien dotada, su verga tendría unos 19 centímetros de largo. Pesaba. Estaba caliente y casi podías notar cómo palpitaban las venas. Se acercó a mi boca. Al principio me resistí a besarla, pero me dejé llevar. La agarré por las nalgas y dejamos que nuestras lenguas se restregaran, la baba se me rodaba por entre los labios.
Cuando dejaba de besarme era para incorporarse levemente y acariciarse la verga mirándome fijamente a los ojos. Le miraba la punta humedecida. Pensé que iba a salpicarme la cara, así que me mantuve alerta.
- ¿Me puedo venir?
- Todavía no.
- Ahhhh, estoy que reviento.
- Que te esperes -le dí una nalgada para que entendiera.
Volvió a besarme. Restregó mi verga sobre mi abdomen hasta que se cansó.
- ¡Ya! -dijo. Se incorporó, quedó sentada sobre mis muslos, mi verga parada estaba frente a ella, ella la miraba con lujuria mientras terminaba de masturbarse.
- ¡Ni si te ocurra echármelos en la cara!
- Aaaayyy, aaaayyyy...
Se acercó a mi pecho y lanzó algunas gotas sobre mi pezón izquierdo. Le separé las nalgas. Se volteó un poco y terminó de vaciarse sobre la cama. La dejé que se repusiera. Tenía el cuello empapado de sudor.
- ¿Y tú? -me preguntó- ¿Quieres una mamada para terminar?
Me quité el condón, me puse de pie sobre la cama, botella en mano, le dí un buen lingotazo al Whiskey. Me masturbé ferozmente con el chupe rodándome por el pecho. Ella se acercó, de rodillas lamió el alcohol sobre mi pecho y uso su boca para estimular la cabeza de la verga a punto de estallar.
Separó mis piernas y se recostó, mirándome el ano. Me jaló por la cadera y uso su lengua para estimularme el culo; sólo una vez mi ex había intentado eso, pero de manera torpe. Sentí una súbita excitación, casi desde el momento en que me metió la lengua, mi verga respondió con un chorrito de líquido pre eyaculatorio.
Me vine, mirando su verga aún dura, sus piernas se tensaban, sus músculos se dibujaban bajo la piel blanca. La luz azul parpadeante de MTV dotaba a la escena con un toque eléctrico y a la vez marino. Bush, Comedown, como sountrack mientras me venía con su lengua ensartada, estimulándome el ojo del culo.
No recuerdo su nombre. Creo que lo que pagué por el servicio fue el equivalente de una comida para una persona en el sushi de la zona, quizá unos $500 de los actuales. El Motel creo que aún existe, ya no son mis rumbos desde hace más de 15 años.
Si algún veterano la recuerda, me gustaría saber qué fue de ella. Ahora tendría quizá unos 55 ó 60 años, de seguir viva debe dedicarse a otra cosa. Ya era una MILF cuando nos conocimos. A ella le debo este gusto por las mujeres con verga. El orgasmo que tuve con ella es uno de los más eróticos que he sentido, no el más intenso, pero sí memorable.
Pasé varias veces por el 7-eleven y las dos o tres veces que la vi estaba en negociaciones con algún cliente, o hablando con los puercos a quienes seguramente les pagaba derecho de piso. Siempre con ese mismo vestido blanco. Por esos tiempos empezaron los primeros esfuerzos serios de la delegación para mantener las buenas costumbres, así que toda la prostitución se movió hacia la zona de Sullivan.
Me di mis vueltas pero nunca la volví a ver. 25 años después, la sigo recordando. Hoy me empedo a su salud y cachondo recuerdo.